Técnicas para mejorar la comunicación con tus hijos

Técnicas para mejorar la comunicación con tus hijos
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La importancia de la comunicación en la crianza

La comunicación efectiva es fundamental en la crianza de nuestros hijos.

No se trata solo de hablar; se trata de construir puentes que nos conecten con ellos.

Cuando los niños sienten que sus voces son escuchadas, su autoestima se fortalece.

La buena comunicación fomenta la confianza y crea un entorno donde se sienten seguros para compartir sus pensamientos y preocupaciones.

Es asombroso ver cómo unas pocas palabras de aliento pueden iluminar el día de un niño.

Sin embargo, a veces olvidamos que nuestro estilo de comunicación impacta profundamente en la forma en que nuestros hijos se expresan.

Si adoptamos un enfoque abierto y honesto, es más probable que nuestros hijos también lo hagan.

La comunicación no solo es esencial para resolver problemas; también es vital para el desarrollo social y emocional de los niños.

Invertir tiempo en hablar con ellos les enseña que sus opiniones son valiosas.

Imagina una situación en la que tu hijo enfrenta un problema en la escuela.

Si siente que puede hablar contigo sin juicios, es más probable que busque tu apoyo.

Esto no solo resuelve el problema inmediato, sino que también fortalece su relación contigo.

La comunicación, entonces, es una herramienta poderosa para cultivar la resiliencia y la independencia en nuestros hijos.

Además, practicar una buena comunicación desde temprana edad sienta las bases para una relación sólida en la adolescencia.

Los adolescentes necesitan sentirse comprendidos y aceptados.

Si hemos establecido un canal de comunicación abierto, es más probable que confíen en nosotros durante esos años difíciles.

Así que, comencemos desde hoy a construir esa conexión tan necesaria.

Recuerda, la comunicación no es un monólogo, sino un diálogo.

Los mejores momentos de conexión suelen ocurrir cuando ambos lados se sienten libres de expresarse.

Hacer preguntas, escuchar y responder adecuadamente puede transformar una simple conversación en una experiencia valiosa.

En fin, cultivar la comunicación es una inversión a largo plazo que beneficiará a toda la familia.

Escucha activa: el primer paso hacia la conexión

La escucha activa es una de las habilidades más importantes que podemos desarrollar como padres.

No se trata solo de oír lo que dicen nuestros hijos, sino de prestar atención a sus emociones y necesidades.

Cuando escuchamos activamente, demostramos que valoramos su perspectiva.

Esto crea un lazo de confianza que es difícil de romper.

Una técnica que utilizo es repetir lo que mi hijo dice antes de ofrecer mi opinión.

Por ejemplo, si dice: "No me gusta la comida que preparaste", puedo responder: "Entonces, no te gustó la comida que preparé. ¿Qué prefieres comer?".

Este simple paso valida sus sentimientos y le demuestra que estoy escuchando.

Además, evitar interrupciones es crucial.

Permitir que nuestros hijos terminen sus pensamientos sin ser interrumpidos demuestra respeto.

A veces, los niños necesitan un poco más de tiempo para organizar sus ideas.

Si interrumpimos, podemos desalentarlos a compartir en el futuro.

Otra forma de practicar la escucha activa es hacer contacto visual.

Cuando miro a mis hijos a los ojos mientras hablan, siento que esa conexión se hace más fuerte.

Significa que estoy presente en ese momento y que lo que dicen es importante para mí.

También es esencial reflejar sus emociones.

Si mi hijo parece frustrado, puedo decirle: "Parece que estás molesto por esto".

Este reconocimiento ayuda a los niños a aprender a identificar y expresar sus emociones de manera saludable.

Finalmente, utilizar un lenguaje corporal positivo, como sonreír y asentir, puede hacer que nuestros hijos se sientan más cómodos al hablar.

La comunicación va más allá de las palabras; el cuerpo también habla.

Así que, ¡escuchemos activamente y celebremos esas conversaciones!

Crea un ambiente seguro para hablar sin miedo

Un entorno seguro es crucial para que nuestros hijos se sientan cómodos al comunicarse.

Pero, ¿cómo podemos lograr esto?

Primero, es importante que nuestros hijos sepan que pueden hablar sobre cualquier tema, sin miedo a ser juzgados.

Esto implica crear un espacio donde las opiniones y emociones puedan expresarse libremente.

Establecer momentos específicos para hablar es una buena práctica.

Podría ser durante la cena o antes de dormir.

Estos momentos pueden convertirse en rituales familiares donde todos comparten su día. ¡Es increíble lo que surge de una simple conversación durante la cena!

Además, debemos validar sus sentimientos, incluso cuando no estamos de acuerdo con ellos.

Si mi hijo se siente triste porque un amigo no lo invitó a una fiesta, en vez de minimizar su experiencia diciéndole que "no es para tanto", puedo decir: "Entiendo que eso te hace sentir triste".

Esta validación les muestra que sus emociones son relevantes y que está bien sentirse así.

También es fundamental evitar el sarcasmo o los comentarios despectivos.

Si se sienten ridiculizados o menospreciados, probablemente se cerrarán.

La confianza se construye cuando los niños saben que sus pensamientos son bienvenidos.

Crear un espacio físico cómodo también ayuda.

Tener un lugar tranquilo y cómodo en casa donde los niños puedan sentarse a hablar puede hacer que se sientan más relajados.

Puede ser un rincón especial con cojines o una zona de juegos.

Finalmente, asegúrate de que los niños comprendan que está bien no tener todas las respuestas.

A veces, simplemente escucharlos y estar presente es lo que más necesitan.

Con un ambiente seguro, nuestros hijos verán la comunicación como una herramienta valiosa en sus vidas.

Usa un lenguaje claro y comprensible para ellos

El lenguaje es una herramienta poderosa, pero al mismo tiempo, puede ser complicado.

Cuando comunicamos, es fundamental utilizar un lenguaje que nuestros hijos comprendan.

A veces, como adultos, tendemos a complicar las cosas con terminología que no es apropiada para su edad.

Por ejemplo, en lugar de decir "Es imperativo que tomes decisiones informadas", podríamos simplemente decir: "Es importante que pienses bien antes de decidir".

Utilizar ejemplos y anécdotas puede ser una gran estrategia.

Si quiero explicarles la importancia de compartir, puedo contarles una historia sobre cómo un amigo mío se sintió triste porque no compartí mis juguetes.

Las historias son más memorables y ayudan a los niños a conectar con las lecciones que queremos transmitir.

Además, debemos adaptar nuestro lenguaje según la edad y el desarrollo emocional de nuestros hijos.

Un niño pequeño no entenderá conceptos complejos, por lo que simplificar nuestras palabras es clave.

Si estamos hablando con un adolescente, podemos optar por un enfoque más directo y menos paternalista.

El tono también importa.

A veces, un tono suave puede hacer que un mensaje se reciba mejor que un tono autoritario.

Puedo preguntar: "¿Te gustaría hablar sobre lo que pasó en la escuela?" en lugar de "Dime lo que pasó ahora mismo".

La diferencia en el enfoque puede abrir la puerta a una conversación más productiva.

Finalmente, la claridad también implica ser honestos.

Si hay temas difíciles de abordar, como la separación o la muerte, lo mejor es hablar con sinceridad, utilizando un lenguaje que sea apropiado para su comprensión.

Esto demuestra que somos fuentes de confianza y que pueden acudir a nosotros en cualquier momento.

Usar un lenguaje claro y comprensible fortalece la comunicación y ayuda a nuestros hijos a sentirse valorados.

La simplicidad es clave y a veces, menos es más.

La empatía: comprendiéndolos desde su perspectiva

La empatía es la capacidad de entender y compartir los sentimientos de otros.

En la crianza, esto es esencial.

Cuando somos empáticos, no solo escuchamos lo que dicen nuestros hijos, sino que también nos esforzamos por comprender cómo se sienten.

Esta comprensión nos permite conectar de manera más profunda.

Un buen ejemplo de esto es cuando un niño llega a casa frustrado por un problema en la escuela.

En lugar de simplemente ofrecer una solución, podemos preguntar: "¿Te sientes frustrado porque no entendiste la tarea?" Esto no solo valida sus sentimientos, sino que también le muestra que estamos dispuestos a entender su perspectiva.

Practicar la empatía también implica reconocer que cada niño es diferente.

Lo que puede parecer trivial para un adulto puede ser un gran problema para un niño.

Por ejemplo, si un niño está angustiado por un amigo que no le habla, en lugar de decir "No es importante", podríamos decir: "Parece que te sientes herido. ¿Quieres hablar de ello?".

Esta simple validación permite que el niño se sienta comprendido.

La empatía también nos ayuda a enseñar a nuestros hijos a ser empáticos con los demás.

Si modelamos esta conducta, ellos aprenderán a hacer lo mismo.

Preguntarles cómo creen que se siente un amigo que está triste puede abrir un diálogo sobre la empatía y la importancia de estar allí para los demás.

Además, ser empático significa también reconocer y aceptar nuestras propias emociones y las de nuestros hijos.

Si un niño se siente triste, en vez de apurarlos a que se sientan mejor, podríamos acompañarlos en su tristeza.

Esto les enseña que está bien sentir lo que sienten y que las emociones son una parte natural de la vida.

Finalmente, la empatía nos ayuda a construir un hogar donde todos se sientan valorados.

Cuando nuestros hijos ven que los entendemos, son más propensos a abrirse y compartir sus pensamientos.

Así, con empatía, creamos un espacio donde la comunicación fluye de manera natural y sincera.

Establece rutinas de conversación en familia

Las rutinas tienen un poder increíble en la vida familiar.

Establecer momentos para conversar regularmente puede hacer maravillas en la conexión familiar.

Al dedicar tiempo específico para dialogar, nuestros hijos comprenden la importancia de la comunicación y se sienten más cómodos al compartir.

Una idea que he encontrado muy útil es implementar una "noche de familia" semanal.

Podemos usar estos momentos para hablar sobre nuestras semanas, compartir anécdotas y discutir cualquier tema que surja.

Es un excelente espacio para que todos se expresen y se escuchen mutuamente.

Además, las actividades familiares como paseos o juegos de mesa pueden ser momentos ideales para la conversación.

La informalidad de estas actividades a menudo da pie a charlas más abiertas y significativas.

Cuando estamos relajados, somos más propensos a compartir pensamientos y sentimientos.

Otra práctica que he adoptado es crear un "cajón de preguntas".

Puedo escribir preguntas en papeles y, durante la cena, cada uno puede sacar una y responderla.

Este enfoque no solo fomenta la conversación, sino que también introduce temas interesantes que tal vez no hubiéramos tocado de otra manera.

Las rutinas también proporcionan estructura y seguridad.

Los niños prosperan en la rutina, y saber que hay momentos específicos para hablar les permite sentirse más seguros al expresar lo que sienten.

Con el tiempo, estos momentos se convierten en esperadas tradiciones familiares.

Finalmente, no olvidemos ser flexibles.

Si un día no podemos seguir la rutina, no debe ser motivo de preocupación.

Lo importante es crear un hábito que, si bien puede cambiar, siempre se mantendrá en la parte superior de nuestras prioridades familiares.

Con el tiempo, estas rutinas se convierten en la columna vertebral de una comunicación abierta y fluida.

Haz preguntas abiertas para fomentar el diálogo

Las preguntas abiertas son una herramienta poderosa para fomentar la conversación.

A diferencia de las preguntas cerradas, que solo requieren un "sí" o un "no", las preguntas abiertas invitan a una respuesta más elaborada.

Por ejemplo, en lugar de preguntar "¿Te gustó la película?", podríamos preguntar "¿Qué parte de la película te gustó más?".

Esta última pregunta invita a una conversación más rica.

Las preguntas abiertas permiten a los niños expresar sus pensamientos y sentimientos de manera más completa.

Esto no solo fortalece su capacidad de comunicación, sino que también les ayuda a desarrollar habilidades críticas.

Cuanto más practiquen, más cómodos se sentirán al expresar sus opiniones.

Un buen momento para usar preguntas abiertas es durante la cena.

Preguntas como "¿Qué fue lo mejor de tu día?" o "¿Hay algo que te gustaría hacer este fin de semana?" pueden abrir la puerta a un diálogo significativo.

También podemos adaptar nuestras preguntas a lo que sabemos que les interesa, lo que ayudará a mantener su atención.

También es importante escuchar las respuestas.

Si un niño comienza a compartir algo que le entusiasma, debemos mostrar interés.

Esto les transmite que sus pensamientos son valiosos y que queremos entenderlos.

Una técnica que utilizo es hacer preguntas de seguimiento basadas en lo que han compartido.

Por ejemplo, si dicen que les gustó un libro, puedo preguntar: "¿Qué personaje te pareció más interesante y por qué?".

Además, alentarlos a hacer preguntas también puede ser útil.

Esto crea un intercambio bidireccional y les enseña que la curiosidad es algo positivo.

Si fomentamos un entorno donde se sienten cómodos preguntando, estamos cultivando una comunicación saludable.

Finalmente, las preguntas abiertas no solo crean diálogo, sino que también nos ayudan a conocer mejor a nuestros hijos.

A medida que comparten sus pensamientos y experiencias, descubrimos más sobre sus intereses, preocupaciones y sueños.

Y eso, mis amigos, es un regalo valioso.

Comparte tus propias experiencias y emociones

Compartir nuestras propias experiencias y emociones con nuestros hijos puede ser enormemente beneficioso.

A veces, como padres, sentimos que debemos ser la figura autoritaria y perfecta.

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Sin embargo, abrirnos y mostrar nuestras vulnerabilidades puede fortalecer la conexión con ellos.

Por ejemplo, cuando hablo sobre los desafíos que enfrenté en mi infancia, mis hijos suelen sentirse más cercanos a mí.

Les permite ver que todos enfrentamos dificultades y que no están solos en sus propias luchas.

Esto también les ayuda a entender que está bien expresar lo que sienten.

Al compartir mis emociones, trato de ser honesto pero apropiado para su edad.

Por ejemplo, si tengo un día difícil, puedo decir: "Hoy no fue un buen día en el trabajo, pero hablé con un amigo y me ayudó a sentirme mejor".

Esto les enseña que todos atraviesan altibajos y que hablar de ello es parte del proceso.

También es útil compartir historias que contengan lecciones.

Mis hijos suelen recordar esas anécdotas y reflexionan sobre ellas.

Me divierte recordar cómo, de niño, aprendí a manejar el fracaso después de perder un partido de fútbol.

Cuando les cuento esa historia, les muestro que el fracaso no es el fin, sino una oportunidad para aprender.

Sin embargo, siempre debemos equilibrar la cantidad de información que compartimos.

Es esencial que nuestras conversaciones no se conviertan en un "volcán emocional", donde nuestros hijos sientan que deben cargar con nuestras preocupaciones.

La clave es compartir lo necesario para que comprendan que somos humanos, pero sin abrumarlos.

Finalmente, al compartir, no olvidemos celebrar sus logros e hitos.

Al conectarnos a través de historias y emociones, creamos un espacio donde la comunicación se siente natural y cómoda.

Así, cultivamos un hogar donde todos pueden ser auténticos y expresarse de manera libre.

La comunicación no verbal: gestos que hablan mucho

La comunicación no verbal es tan esencial como las palabras que utilizamos.

A menudo, nuestros gestos, expresiones faciales y posturas transmiten más que cualquier palabra.

Por ejemplo, cuando me acerco a mis hijos y les sonrío mientras les hablo, les transmito calidez y aceptación.

Esto les dice que estoy presente y que valoro lo que tienen que decir.

El contacto visual es otra forma poderosa de comunicación no verbal.

Cuando miro a mis hijos a los ojos, les hago saber que están en el centro de mi atención.

Esto es especialmente importante cuando están compartiendo algo significativo.

Si me distraigo o miro mi teléfono, puedo hacerles sentir que lo que dicen no es importante.

También es útil observar sus señales no verbales.

Si un niño se encierra en sí mismo o evita el contacto visual, puede estar experimentando algo difícil.

En estas situaciones, en lugar de presionar para que hablen, es mejor ofrecer un abrazo o simplemente sentarme a su lado.

A veces, la presencia silenciosa es lo que más necesitan.

El tono de voz también juega un papel vital.

Un tono suave y tranquilo puede ayudar a calmar a un niño alterado.

En contraste, un tono elevado puede crear tensión.

Ser conscientes de cómo hablamos y cómo eso puede afectar a nuestros hijos es una parte importante de la comunicación.

También podemos utilizar la comunicación no verbal para ser más expresivos.

Gestos como abrir los brazos para un abrazo o dar una palmadita en la espalda pueden hacer que un niño se sienta amado y apoyado.

Estas pequeñas acciones pueden tener un gran impacto en su bienestar emocional.

Finalmente, recordar que la comunicación no verbal es un lenguaje universal.

No importa el idioma que hablemos, los gestos y las expresiones pueden transmitir amor, alegría y comprensión.

Así que, ¡seamos conscientes de cómo comunicamos y celebremos esos gestos que hablan tanto!

Fomenta la paciencia y la tolerancia en los diálogos

La paciencia y la tolerancia son virtudes esenciales en la comunicación familiar.

A menudo, en el calor de la conversación, podemos sentirnos frustrados o impacientes.

Pero es fundamental recordar que nuestros hijos están en proceso de aprendizaje, y a veces necesitan tiempo para organizar sus pensamientos.

Practicar la paciencia no solo beneficia nuestras interacciones, sino que también les enseña a ellos a ser pacientes y tolerantes con los demás.

Una técnica que utilizo es contar hasta tres antes de responder.

Esto me permite tomar un respiro y reflexionar antes de reaccionar.

A veces, mi hijo puede estar expresando algo complicado, y en lugar de interrumpir o criticar, puedo tomar un momento para considerar su perspectiva.

En casa, podemos crear un “espacio de paciencia”.

Esto significa que todos nos comprometemos a escuchar sin interrumpir.

Podemos usar un objeto, como una pelota, para indicar quién tiene la palabra.

Quien sostiene la pelota puede hablar, y los demás deben escuchar.

Esto ayuda a que todos se sientan escuchados y valorados.

También es importante enseñar a nuestros hijos a manejar la frustración.

Si un niño se siente frustrado porque no puede encontrar las palabras adecuadas, podemos decirle: "Está bien, tómate tu tiempo.

Estoy aquí para escucharte".

Este tipo de apoyo les enseña que es natural tener altibajos en la comunicación.

La tolerancia va de la mano con la paciencia.

Aceptar que no todos tienen que estar de acuerdo es una parte importante de la conversación.

Al fomentar un ambiente donde se aceptan diferentes opiniones, ayudamos a nuestros hijos a entender que la diversidad de pensamientos enriquece las relaciones.

Además, en ocasiones, podemos simular situaciones donde la paciencia y la tolerancia son necesarias.

Por ejemplo, podemos jugar juegos en los que los turnos son importantes, lo que les enseña a esperar pacientemente su turno.

Finalmente, practicar la paciencia y la tolerancia transforma nuestro hogar en un lugar donde la comunicación es fluida y respetuosa.

Al cultivar estas virtudes, estamos creando las bases para relaciones saludables y enriquecedoras entre todos los miembros de la familia.

Actividades lúdicas para fortalecer la comunicación

Las actividades lúdicas son una excelente forma de fortalecer la comunicación familiar.

El juego no solo es divertido, sino que también puede ser un excelente vehículo para abrir diálogos.

Al participar en juegos, se crea un ambiente relajado donde los niños se sienten más cómodos al compartir.

Una actividad que siempre ha funcionado bien en mi familia es jugar a "20 preguntas".

Este juego estimula la curiosidad y permite a cada uno hacer preguntas a los demás.

Es asombroso cómo estas preguntas pueden abrir la puerta a conversaciones profundas y significativas.

Los juegos de mesa también son una opción fantástica.

Al jugar, estamos obligados a comunicarnos y colaborar.

Durante el juego, podemos hacer preguntas sobre las estrategias o incluso reflexionar sobre cómo nos sentimos en ciertas situaciones.

Esto fortalece la comunicación y al mismo tiempo, ¡nos divertimos!

Otra actividad que me encanta es hacer manualidades en grupo.

Mientras trabajamos juntos en un proyecto, surgen conversaciones naturales.

Puedo preguntar a mis hijos sobre sus preferencias o lo que piensan de los colores que elegimos.

Este tipo de interacción es divertida y promueve la comunicación.

Las actividades al aire libre, como el senderismo o el ciclismo, también son maravillosas.

Cuando estamos en la naturaleza y alejados de las distracciones, es más fácil entablar una conversación significativa.

También podemos hacer un picnic y hablar sobre nuestros sueños y metas.

Incluso los juegos de rol pueden ser útiles.

Podemos representar situaciones en las que se necesita comunicación, como resolver un conflicto en la escuela.

Al actuar, los niños pueden explorar diferentes formas de expresar sus sentimientos.

Finalmente, no olvides que la risa es una gran aliada.

Hacer reír a nuestros hijos no solo crea memorias felices, sino que también abre la puerta a conversaciones más ligeras.

Al final del día, el juego y la comunicación van de la mano, y juntos crean un hogar lleno de amor y comprensión.

Celebra los logros en la comunicación familiar

Celebrar los logros en la comunicación familiar es fundamental.

Cada vez que logramos que nuestros hijos se sientan cómodos al expresar sus pensamientos, merece una celebración.

Esto no solo refuerza la importancia de la comunicación, sino que también motiva a todos a seguir practicándola.

Una manera de celebrar estos logros es a través de una “noche de logros”.

En una cena especial, cada uno puede compartir algo que logró en la comunicación esa semana.

Puede ser tan sencillo como haber hablado sobre sus sentimientos o haber escuchado atentamente a un amigo.

Esta práctica fomenta la auto-reflexión y la auto-confianza.

Además, reconocer los pequeños pasos es crucial.

Tal vez un niño pudo expresar sus sentimientos sobre un tema difícil.

Al reconocerlo, puedo decir: "Estoy muy orgulloso de que hayas hablado sobre eso.

Es un gran paso".

Estas palabras refuerzan su valentía y les animan a seguir comunicándose.

Utilizar un mural de logros también puede ser útil.

Al crear un espacio donde se puedan pegar notas sobre conversaciones significativas, todos pueden ver el progreso que están haciendo.

Este tipo de visualización motiva y crea un sentido de comunidad.

No olvidemos celebrar los logros de los demás.

Si vemos a nuestros hijos siendo amables y pacientes al escuchar a un amigo, podemos comentarlo y decirles cuánto apreciamos su comportamiento.

Esto les muestra que sus esfuerzos son valorados.

Finalmente, todas estas celebraciones no solo refuerzan la comunicación, sino que también crean un ambiente positivo en casa.

Al hacer de la comunicación un tema de celebración, llenamos nuestro hogar de amor y cercanía.

Así, juntos, continuamos creciendo y fortaleciendo nuestras relaciones.


En resumen, mejorar la comunicación con nuestros hijos es un viaje continuo y gratificante.

Desde practicar la escucha activa hasta celebrar los logros, cada paso cuenta en la construcción de una relación sólida.

La calidad de nuestras interacciones puede tener un impacto profundo en su desarrollo emocional y social.

Así que, ¿por qué no empezar hoy?

La aventura de la comunicación familiar está a solo una conversación de distancia. ¡Hagámoslo juntos!

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